Agosto es un mes donde el calor es sofocante en la Habana, especialmente en sus mediodías tanto así que hasta los mismos cubanos dicen el “bochorno se pone de pinga”.
El calor y la humedad son simplemente agobiantes y no hay manera de escapar de ese soporífero manto que cae del cielo y cubre la ciudad como si fuera una sabana de vapor transparente.
Es tan fuerte el calor que hasta las brisas del mar se ponen en candela y cuando te salpican sus gotas de rocío hervido por el torso semidesnudo empiezas a chorrear de sudor tal cual un río de sopa tibia, no se mueve nada en la mitad del día en la Habana solo se oye el chasquido de los abanicos de papel que los caminantes agitan furiosamente de aquí para allá para inventarse un poco de viento frío.
Así de asfixiante es el agobio que ni los sinsontes se dignan a volar a las ramas de los arboles de mamey y hasta las golondrinas traviesas reposan somnolientas y con las alas caídas en las cumbres de las palmeras como si fueran gárgolas de trapo.
Todo es estático al medio día, como una ola lenta que nunca deja de descollar en las laderas del malecón, el calor solo amaina cuando el sol de caribe se pierde en los medievales muros del la fortaleza del Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro y de pronto todo despierta, la Habana se rehace en sus atardeceres y en sus noches de enigma, el firmamento se tiñe de rojo-naranja y se asemeja a una postal de acuarela de una belleza imposible de describir, es ahí, en ese instante genial que el tremor de la rumba callejera te hace despertar de tu estupor cotidiano y te invita a ser parte del aluvión de fantasía que es el alma y la razón de ser de la perla del caribe.
Un verano memorable de esos de antología que hoy por hoy solo reside en la memoria, mi amigo Alfredo llego a la Habana y juntos pasamos un par de días inolvidables no solamente porque como siempre la pasábamos super sino mas bien porque al final de esos largos días ambos terminamos la jornada “accidentados” por cuestiones de amor.
El muy religiosamente se aparecía como fantasma trovador cada 15 días en la casa de nuestros amigos Janeiro y su esposa Alicia mas de las veces solo que mal acompañado y a veces – sorpresa grande se aparecía con su novia a cuestas lo cual era el equivalente de llevar lena al monte.
El domicilio de Janeiro y de Alicia estaba ubicada el la calle San Lázaro numero 815 a unas cuadras del barrio el Vedado, exactamente cuadra y media del hospital Hermanos Amejeiras y del monumento a Maceo.
La casa de Janeiro fue una residencia de Bolivianos informal porque cada paisano que pasaba o venia para Cuba invariablemente se asomaba a sus ambientes legendarios ya sea para escapar del calor infernal de la ciudad en el verano o para simplemente hospedarse gratis y disfrutar de la amistad y hospitalidad de nuestros amigos.
Resulta que por esos tiempos mi amigo tenia una “jeba” (jeba es el denominativo que dan los cubanos a las chicas) pacena muy simpática que dada la casualidad vivía y estudiaba en el mismo instituto que mi amigo allá en Sancti Espíritu en la parte central de Cuba.
En ese agosto florido ambos habían venido a la capital para disfrutar de un fin de semana juntos y de paso festejar el cumpleaños de ella. Desde La Paz, su madre había llegado a visitarla y congratulara por su onomástico y me imagino para asegurarse que su hija estaba bien, portándose como toda una señorita y lo mas importante estudiando como se merecía y naturalmente como no podría ser de otra manera, – nobleza criolla obliga- la señora trajo consigo un montón de regalitos para los anfitriones de casa.
La mama de la novia de mi amigo, naturalmente se hospedo en la casa de Janeiro. La casa no era muy grande pero era confortable, tenia 3 recamaras un living-comedor, cocina y dos baños si mal no recuerdo, era suficiente para Janerio, su esposa y su hija Alina que vivía ocultada en el ultimo cuarto.
Ese día, Alicia la esposa de Janeiro la había acomodado a la mama de la novia de mi amigo en la habitación donde solíamos compartir con Alfredo, esta de mas decir que sabíamos o al menos el conocía de memoria la ubicación del dormitorio en cuestión y hasta a gatas y a ciegas él podía dar con el lugar.
Muchas veces habíamos compartido la misma habitación entre Alfredo y yo porque como estudiantes estábamos acostumbrados a dormir como en los cuarteles en unas grandes barracas llenas de camas de campana de dos pisos y no teníamos ningún complejo y cuando su novia llegaba a la capital entonces yo dormía en el sofá del living-comedor y muchas veces también se quedaban otros amigos a dormir la mona cuando estábamos de jaranas.
En la mañana yo fui a visitarlo y de entrada lo note mas alicaído que una hebra de lana, ese día Alfredo y su novia tuvieron un “disgusto” como el políticamente llamaba a una reyerta entre amantes y me dijo que su novia le había presentado a su madre como a “un compatriota y amigo muy servicial” y que de yapa su madre le había echado una mirada desde los pies a la cabeza como si fuera una cucaracha inservible y para el colmo le había dado la mano izquierda Dios santo! como si haciéndole un gran favor y eso lo molesto mucho y me confió que se sentía “despreciado y dado a menos” y así me dijo “estoy cabreado”. Vamos a tomarnos unos mojitos y yo solidario como siempre le dije si “clarín” y nos fuimos.
Nos en rumbamos en dirección a la Habana Vieja, caminando por las grandes y vetustas avenidas de la ciudad le comente que había leído en el “Caiman Barbudo” -un suplemento literario de la juventud Cubana,- que una editorial capitalina acababa de publicar una segunda edición de la novela ”La Tregua” del gran Mario Benedetti, es así que nos fuimos buscando de librería en librería porque como es de esperar cualquier obra del gran Uruguayo vuelan de los escaparates y se esfuman en cuestión de horas.
Habíamos visitado todas las librerías habidas y por haber sin mucha suerte y casi cuando nos estábamos dándonos por vencidos nos asomamos a Grijalbo Mondadori, una librería famosa en la ciudad que ofrece una estupenda variedad de revistas, libros de consulta, política y arte y esta ubicada en O’Reilly 4, palacio del Segundo Cabo, Plaza de Armas, La Habana Vieja.
En uno de sus mostradores vimos la recién publicada obra del gran escritor, La tregua, es quizás la obra de Benedetti más leída, junto a Primavera en una esquina rota, que es considerada como la continuación de la trágica historia de amor entre Martín Santomé y Laura Avellaneda.
Ya con dos ejemplares bajo los brazos juntos nos fuimos para el restaurante “El Patio” que se encuentra en el antiguo palacio del Marques de Aguas Claras, un magnifico edificio del siglo XVIII en la Plaza de la Catedral, San Ignacio No. 54 esquina Empedrado en la Habana Vieja.
La especialidad de la casa es comida internacional y Cubana donde se ofrece cuatro menús de calidad, y todos van acompañados de congri, ensalada, plátanos fritos, tostones, yuca frita y pan.
Naturalmente que el bar estaba repleto de Habana libre, el ron por excelencia de Cuba y donde corren los mojitos como manantial de agua bendita, pero escogimos esta bella casona porque esta a unos pasos de la Plaza de la Catedral donde el silencio es sepulcral y apto para la lectura y ademas porque sorprende al visitante su monumental fachada barroca con sus llamativos vitrales, y el patio central que encanta por el frescor de las plantas y la preciosa fuente agua en el centro del zaguán.
Como era nuestra costumbre cuando salíamos de “caza” o de “pesca”, conversábamos de todo en general y de nada en particular, pero ese día así de llegar al restaurante nos sentamos en la ultima mesa del patio muy apartados del bullicio que hacían los comensales de turno y empezamos avidamente a devorar las primeras paginas de la novela de Mario Benedetti.
De reojo vi que mi amigo empezó a sudar no tanto por el calor del ambiente sino por el contenido de los primeros párrafos de la novela que entre renglón y renglón se leía:
“No quiero perjudicarla, ni quiero perjudicarme, no quiero que nuestro vínculo arrastre consigo la absurda situación de un noviazgo tirando a matrimonio, ni tampoco que adquiera el matiz de un programa vulgar y silvestre, no quiero que el futuro me condene a ser un viejo despreciado por una mujer en la plenitud de sus sentidos, ni tampoco que por temor a ese futuro quede yo al margen de un presente como este, tan atractivo, no quiero que vayamos de amueblada a amueblada, ni tampoco, que fundemos un hogar con mayúscula”, …
Serian como eso de las 5 de la tarde cuando después de unos 2 habana libres y tres mojitos por nuca decidimos marcharnos, a estas alturas ya estábamos como quien dice con la tripa abierta y con nuestras hormonas en plena rebeldía.
Estaba claro que la lectura de las primeras paginas de la novela – que no es necesariamente una novela de amor – lo afectaron de sobremanera y azuzaron sus sentimentalidades lacónicas de amante sufrido a tal punto que decidió irse para la casa de Janeiro a “hacer las paces” con su novia y yo decidí ir a buscar a Regla.
Antes de despedirnos habíamos acordado en encontrarnos al día siguiente en la puerta del cine Yara a las 6 de la tarde porque el festival del Nuevo Cine Latinoamericano empezaría con un premier y yo había conseguido un par de entradas para ver la película Cubana de Humberto Solas “Un hombre de éxito”.
Regla era mi novia, miá mitad formal y mitad informal, su nombre aunque suene inusual no es tan raro en Cuba porque ademas de ser un nombre femenino, es el nombre de un barrio ultramarino de La Habana, célebre por su vocación religiosa (santería, por supuesto), por su venturoso y despreocupado mestizaje, por una feliz comparsa de carnaval (“Los guaracheros de Regla”).
Yo siempre la fastidiaba a Regla, le decía que nunca me olvidaría de ella porque me recordaba a mi abuela, le contaba entre suspiro y suspiro que en mis primeros anos de escuela hacia mis tareas como quien dice a las volandas porque lo que mas me interesaba era salir a la plazuela a jugar con mis amigos y era mi abuela quien revisaba mi gramática.
Fiel a su ancestro Español mi abuela tuvo una formación académica bien rigurosa en un liceo regentado por monjas beatas y esos métodos educativos ella siempre hacia prevalecer en nuestra casa y cada día nos recordaba que “la letra entra con sangre” y así nos daba 5 “reglazos” en la palmas de nuestras manos por cada error gramatical cometido, tan fuertes eran los “reglazos” que nos dejaba las manos mas candentes que el amor que siento por ti le decía y cada ves que hacíamos el amor yo le susurraba que no me preocupaba de cuidarnos ni de usar condones porque el método de la “regla” es una cuestión inherente a tu naturaleza.
Tenia 22 anos y era estudiante de Medicina en la Universidad de la Habana, yo la había conocido en una fiesta un 26 de Julio, en el 27 aniversario de la revolución. Desde que la vi me cayo simpática porque instantáneamente la imagine inteligente, llena de vida no solamente porque llevaba una sonrisa en los labios eterna sino porque sobre todo era una trigueña lastimeramente hermosa de esas que de tan solo verlas te duele el corazón.
En un momento de pausa durante el gran fandango, le pregunte a Julito, un cubano tan popular que conocía a medio mundo porque era el capitán de la selección de béisbol de la Universidad “quien es esa jeba” me miro y me dijo: “acere” (es como dicen a los amigotes en cuba) con esa ni pierdas el tiempo soñándola, porque ni la Virgen de la Caridad te la pone para que te empates (empatarse es hacerse novio o enamorado en el jargón cubano).
Me quede pensativo y un poco lastimado en el centro mismo de mi ego de Don Juan de quincalla porque me di cuenta de que había una química invisible entre los dos desde el momento ese en que cruzamos nuestras miradas por un par de segundos, y como quien dice desde ese instante quede literalmente atrapado bajo la mirada edulcorada de esa hermosa trigueña.
Yo nunca me considere ni lo soy un Don Juan, ese personaje salido de la mente de Tirso de Molina pero en la Cuba de esos anos el solo hecho de ser un extranjero te convertía automáticamente en un personaje de semejante talla queriendo o ser sin querer .
Tampoco me consideraba un rompe corazones porque estoy muy lejos de ser un Adonis personificado, pero era indudable que despertaba curiosidad porque siempre andaba rodeado de mujeres a quienes seguro les atraía mi acento suramericano o simplemente les intrigaba mi manera de ser porque les dispensaba un trato diferente al que estaban acostumbradas de recibir de los cubanos criollos.
Muchas de las chicas que conocí me decían que yo era todo un caballero en periodo de extinción, me decían eso porque les abría las puertas de los almendreros (automóviles americanos de la década del 50 ) cuando las invitaba a pasear por la Calzada de Infanta, que les regalaba flores aunque estas fueran de fantasía y que les escribía prositas en servilletas de papel sin importarles que fueran plagiós impávidos de versos de Jose Marti o Pablo Neruda.
Después de esa noche del gran festón en la facultad de medicina de la “U” no la volví mas a ver hasta que un día, – por los menos habrá sido un mes después – serian como las 6 de la tarde cuando yo como de costumbre me estuve escapando hacia la Habana a perderme en el sortilegio mágico que brinda la mas grande de las Antillas, que la veo en la parada de buses montándose a una guagua rumbo a la ciudad. (Montar guagua en cuba es subirse a un autobús)
El bus andaba como siempre repleto (no era un bus sino eran dos trailers – rastras- acoplados a los que los cubanos acertada mente los bautizaron con el nombre de los camellos o también conocidos como “la película del sábado” porque estaban llenos de sexo, terror y violencia.
Ella viajaba apretujada entre cientos de estudiantes y yo muy compungido viajaba en la joroba posterior del dromedario imaginándome a esos afortunados pasajeros quienes seguramente con los bambaleos y las tómbolas del trajinete de los camellos se acercaban mas a ella tan cerquita que podían oler el aroma dulzón que emanaba de su cuerpo y mas aun me torturaba pensando que sus cuerpos hasta podrían entrelazarse con el perfil espectacular de esa hembra caribeña y esos pensamientos me producían unos celos mas agudos que urgencias de perro callejero.
Yo viajaba en el segundo camello mas apretado que una sardina y en medio de un ambiente de amodorramiento total y abrumado por el olor a diésel y el hollín que despedía mi transportación viajaba así sudando a chorros porque los camellos ni idea de tener aire acondicionado.
Bajo estas condiciones fue imposible darme paso entre la muchedumbre de estudiantes para acercarme y preguntarle por lo menos su nombre, así paso como una media hora mas de viaje y ya en el centro de la Habana, el camello finalmente torció por la izquierda hacia la calle Galianos y vi que ella se desmonto de la guagua.
Yo inmediatamente hice lo mismo y empece a seguirla sigilosamente como una sombra pisando los mismos pasos de su huella y con todo el animo de acercarme a ella y decirle de entrada quien demonios era yo y contarle que desde esa noche de la burumba cuando nuestras miradas se cruzaron me había impactado tanto que ya no distinguía entre la noche y el día porque todo el tiempo andaba sonando con ella.
Pero ahí empezó y termino al mismo tiempo toda mi valentía de Don Juan de pacotilla porque no tuve ni el coraje ni los cojones para acercarme y relatarle todo el discurso que tenia grabado en la memoria.
Pues ni modo, continué caminando como alma que lleva el Diablo y vi que se dirigió a un edificio viejo de la avenida Galiano y al pasar por el parquecillo de enfrente se puso a conversar brevemente con unos niños que estaban jugando béisbol, y así sin mas ni mas se perdió andando campechanamente hacia el atrio de ese vetusto edificio.
Yo como si fuera algo casual me acerque a los niños que aun seguían jugando a la pelota y les pregunte, “oigan compañerismos quien es esa chica que acaba de echar muela con ustedes? Uno me contesto sin levantar la vista y dijo: esa es Reglita la del 719.
Como verán no me costo mucho dar con la dirección exacta del domicilio, Regla vivía en el municipio Centro Habana en el 7mo piso apartamento numero 719 de un edificio viejo sin elevador sobre la Avenida Galiano entre Zanja y Neptuno.
Esa noche al retornar a mi albergue me tope con Julito (mi mejor amigo cubano) y le conté breve mente lo sucedido, le dije que ante todo pronostico y contra viento y marea estaba decidido a cortejarla y esa noche con todos los honores y la investidura que el caso amerita lo nombre mi “consejero sentimental” en medio del salón consistorial de nuestra facultad y ambos cocinamos una estratagema para la conquista.
A que mujer no le encanta que le regalen rosas? especule en vos alta y el me aseguro que para los burdos cubanos esos gestos de caballero pequeñoburgués se acabaron desde el triunfo la revolución. De ahí nació la idea aunque al principio Julito no estaba muy entusiasmado porque requería de su ayuda personal y temía que ella lo reconociera.
El fin de semana ambos fuimos al mercado “el elegido” y compramos una docena de rosas rojas y las envolvimos en papel celofán y Julito se fue a departamento de Regla con el ramillete en la mano pretendiendo ser un simple mensajero y en una servilleta como de costumbre yo le había escrito el siguiente verso de Borges
Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
serán favor tan misterioso
como el mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis brazos.
Yo ansioso esperaba en la mítica esquina el retorno de Julito quien después de cumplir con el trabajo encomendado me relato la travesía con todo lujo de detalle.
Toque la puerta y salio creo su abuela y le pregunte por Regla, ella dijo “un minuto por favor compañero” , al ratito salio Reglita y al verme parado con un ramo de rosas en la mano se la veía muy extrañada porque seguramente pensó era una equivocación, entonces pregunte en tono ceremonioso para disfrazar mi condición de corre-ve-y-dile, …Es usted Regla? me contesto que si, soy la misma dijo con tono firme. Traigo este encargo para ti le dije, después de leer las letras de la servilleta y visiblemente emocionada me pregunto que quien lo había encargado y yo le conteste que esa información no la tenia porque era solamente el mensajero y aunque la tuviera no podría dársela porque era política de nuestro establecimiento respetar la privacidad de nuestros clientes.
La semana entrante hicimos lo mismo y esta ves en ves de mandarle una docena de rosas rojas la llevamos un ramo de flores “nomeolvides” que según cuenta una vieja leyenda islámica.
Un ángel se encontraba llorando a las puertas del Paraíso, del que Alá le había expulsado porque el ángel amaba a una mujer mortal. Sólo sería perdonada si plantaba la flor nomeolvides por todo el mundo. Cuando el ángel contó a su enamorada este requisito, tan difícil de cumplir, ella prometió ayudarlo en su tarea. Tanto amor y sacrificio conmovieron a Alá, que otorgó la inmortalidad a la mujer y abrió las puertas del Paraíso a los amantes.
De acuerdo al plan, la tercera semana no fue Julito, se quedo en el albergue universitario rezando en compañía de unos babalaos a Orisha la diosa del amor de la Santeria Yoruba para que me vaya bien.
A la cita con el destino, acudí solo sin pertrecho alguno mas que mi corazón dilatado de amor y al subir las gradas confieso que tuve temor porque no sabia cual seria el resultado de ese encuentro inesperado.
Toque la puerta y salio ella, me miro ahí parado estoicamente con un gladiolo en la mano y me pregunto “eres tu quien me manda las flores?” le dije que si y me dijo, porque tardaste tanto? .
Pasa por favor toma asiento que vuelvo en un minuto me dijo y se entro saltando por encima de los biombos separatistas de la sala de estar seguramente a su dormitorio.
Ese minuto pareció toda una eternidad para mi, luego de ese infinito tiempo salio como siempre hermosa a morir y me dijo “ok vamos, porque me imagino que como todo buen caballero me invitaras a salir verdad?”
Nos fuimos a caminar por la ribera del rio Almendares, hasta el Castillo de la Real Fuerza , nos sentamos al borde del pedestal de la Giraldilla y alumbrados por la efigie de la cómplice luna nos besamos por primera ves, fue así como la conocí y lo demás es historia, duramos un tiempo y nos convertimos en locos enamorados.
Ese atardecer luego de haber despedido a mi amigo en el restaurante “el patio” la fui a buscar y como de costumbre tenia que recurrir a todo tipo de trucos para verla, no quería subir los 7 pisos ni encontrarme con sus parentelas así que a un cubanito que estaba jugando en el parque le dije: te doy 5 baros (es así como le llaman al dinero en la jerga cubana) si subes al piso 7 apartamento numero 719 y preguntas por Reglita y le dices que Marco te esta esperando en la esquina de siempre.
Pasaron como 15 minutos cuando la veo aparecer a esa trigueña tan linda que te mata de ataque, tan esbelta y sin una pisca de maquillaje, moviendo esas curvaturas que la hacían parecer a una moza en perenne estado de celo.
Tomados de la mano nos fuimos caminando rumbo a las “bulerias” a cenar y disfrutar de unas sangrias. Las bulerias es un restaurante/bar ubicado a unos pasos de la famosa “escalinata” de la facultad de derecho de la Universidad de la Habana, es en estas graderías donde Fidel empezó a tramar la toma del Moncada en el 56.
Siempre me gustaba las bulerias seria talves por la atmósfera del lugar que se asemeja muy propiamente a una taberna del cantábrico español y cada ves que iba a tomarme una sangría o a comer una paella, me recordaba del ancestro familiar porque tanto la música como la comida tienen un sabor a las tierras de Andalucía de donde mis antepasados emigraron en la anterior centuria.
En este bar por las noches uno puede deleitarse del “cante” de las coplas flamencas de Paco de Lucia y ver bailar bajo los efluvios de cielo azulado a unas verdaderas gitanas andaluzas .
Esa noche, después de comer como sibaritas y degustar de otro par de sangrías ya estaba como quien dice con la lujuria chorreándose de mis babas , las gitanas aun todavía bailaban sobre el oscuro mesón y ahí le pregunte con mis segundas intenciones “si quería ir a la playa” que era la palabra código para llevármela a la cama, me contesto con un rotundo NO, y que no, que mas bien quería ir a bailar porque el casqueteo de las castañuelas y el meneo sensual de las caderas de las gitanas le habían despertado las ganas de bailar. Tal así que nos dirigimos al club “La zorra y el Cuervo”
Al día siguiente a las seis en punto de la tarde como habíamos quedado la noche anterior, lo veo a mi amigo caminando muy taciturnamente rumbo al cine Yara, venia con la cabeza envuelta por un rosquete de gasas blancas como si fuera una momia a medio vestir. Sin poder contener la risa le pregunte: ?que te paso? Al recogerte ayer como ya estabas medio lija seguro te caíste le dije. Me miro muy melancólico y me dijo, ojala hubiese sido eso pero me paso algo infinitamente mas surreal, muchísimo peor, ni te imaginas me dijo y me empezó a relatar.
Resulta que mi amigo para darse mas animo se apeo al bar “Montserrat” y se tomo otros 2 mojitos mientras continuaba leyendo la novela antes de partir del bar se le apeteció un trago mas “el del estribo” y se tomo un “chispa de tren” (trago infame hecho con alcohol de farmacia) al seco.
Serian como las doce de la noche cuando empece la retirada hecho todo un “alambique” (borracho en cuba) me contaba y en ese soberano estado llegué arreando pollos como se dice a la residencia de nuestros amigos pero con toda la sana intención de “hacer las pases” con mi enamorada continuo y de paso con un poco de suerte “echarme un palito de gallo”
Pero como estaba mas pedo que un tiro al aire se olvido de que la mama de ella había llegado desde La Paz y no sabia que en ese momento ella estaba durmiendo con su hija.
Como si fuera lo mas natural del mundo tal como siempre lo había hecho, antes de entrar en el dormitorio se desvistió en completo silencio para no despertar el sueno de la gente y como un gato siamés se acerco lentamente al borde de la cama… y en vos baja y con un tufo tremendo apoyo su boca en la oreja de una de ellas y exclamo! ’”Ay recorre pues un cachito, dame campito…” Y así sin mas ni mas, tal como vino al mundo se sometió entre las sabanas al medio de las dos mujeres como si fuera un sándwich de chola.
De pronto, me siguió contando, escuche un alarido que casi rompe los vidrios de las ventanas de todo el vecindario, la madre se levanto de la cama con una guaperia tremenda al mismo tiempo que me gritaba…..maldito! desgraciado!…levanto de la sobremesa un objeto blanco y me destimbalo hasta los huesos.
Imaginate! continuo con el relato, ahí mismo se me paso la curda de un tirón y ni siquiera tuve tiempo de abrocharme la bragueta porque al tiempo de escapar la vieja esta me dio un “batacazo” en la cabeza con un Ekeko de yeso que había traído de La Paz como regalo.
Se desenvolvió sus gasas como si fueran serpentinas y dijo haber mira! me hizo este hueco grande en mi tutuma ……y como para completar mi desventura mi novia boto a la calle los 5 peluches que le había regalado y decidió terminar conmigo en el acto.
Yo le respondí a carcajadas con un adagio cubano “cuando el mal es de cagar, no valen guayabas verdes“.
Y a ti como te fue me pregunto, seguro que algo también te habrá pasado por eso traes el ojo verde me dijo cagándose de la risa como si fuera una venganza.
Y empece a contarle que luego de haber bailado un rato en la Zorra y el Cuervo la convencí a Regla y me la lleve para la posada “Las casitas del ayerestaran” .
Esas famosas posadas (posadas en Cuba moteles donde cobran la estadía por horas) no tenían gran cosa de confort, ni sabanas limpias ni duchas calientes, muy pocos refrigerios pero mínimo confort al fin de cuentas pero eso si contaban en sus habitaciones con audio y video de alta fidelidad , no porque tuvieran instalados filmadoras o equipos de música, sino era porque los agujeros habían hecho los posaderos en las paredes lo que permitía el atisbo desde la habitación vecina y a veces los posaderos para ganar mas dinero cobraban no insignificantes sumas por el espectáculo gratuito en calidad de entremés a otros paisanos que esperan su turno.
Imaginate le dije, después del primer round de amoríos decidí salir y comprar un media de ron para continuar con la juerga.
A esas alturas estaba mas pasado que una uva y luego de esperar como un sonámbulo por unos 15 minutos dormitando en el mostrador del bar de la posada volví a lo que suponía era la habitación donde me esperaba Regla.
Tal como tu me sometí a tientas a la cama, aunque no lo creas al igual que lo que te paso, también yo escuche un grito que casi me revienta los tímpanos y antes de poder recuperarme del susto y escapar de la habitación siento un sopapo en la cara que me hizo ver estrellas y lo que paso es que estaba tan borracho que me equivoque de cuarto y me entre a otro donde una pareja de mulatos estaban haciendo el amor.
Es así como dije que ambos terminamos la larga jornada ” accidentados por efectos de amor”, el con una brecha en la cabeza y yo con el ojo en tinta.