Viajes, Política y la previa de los Cortapalos.
Por Marco Felix
Tres días antes de viajar a Bolivia fui a una clínica para que me “hagan” la prueba del PCR, requisito indispensable para entrar al avión de BOA .
Al retornar de la verificación, como a dos cuadras de mi casa vi un escaparate iluminado con luces de neón que decía “Cartomancia Cientifica, si no cree, le devuelvo la plata”
Azuzado por la intriga, dejando a un lado mis reticencias porque no soy muy amigo de las supersticiones me dije; voy a averiguar si es que realmente “es verdad” lo que dicen o es que hay gato encerrado.
Toque la puerta, esperé unos segundos que supieron a una eternidad, desde una rendija medio abierta una voz con timbre de agonía me pregunto si era mayor de edad, luego de verificar mi identidad, se abrió una puerta corrediza, asi de poner pie, un impulso de aire caliente me provocó un soponcio que casi me hace desmayar, instantes después me encontré cara a cara con la clarividente.
Muy amablemente la pitonisa me dijo: toma asiento y no te saques el barbijo.
El ambiente poseía todas las decoraciones en conformidad con la idiosincrasia circunspecta del lugar.
En las 4 esquinas yacían estoicos unos candelabros con velas a medio arder, tiradas por todo lado se hallaban varios cuencos de bacará, unos inciensos con olor a ckoa salían por los ojos de un lucifer de yeso empotrado en la pared junto a la capillita del señor de los anillos, telarañas y murciélagos de papel crepe se colgaban del techo, en las ventanas, adornando los dinteles había una cantidad apreciable de talismanes.
Desde un parlante empernado en la cornisa del techo salían las notas de “el fantasma de la ópera” de Andrew Lloyd Webber, que música más apropiada pensé al momento de acercarme con encontradas dubitaciones.
Le pregunté qué trucos bajo la manga me deparaba la suerte en mi próximo viaje a Bolivia. Levantó la tapa de una calavera de cerámica y sacó unas barajas españolas de tarot, un tanto ajadas y despintadas por el uso y el paso del tiempo. Me hizo cortar por la mitad el mazo de cartas y comenzó a leer el futuro.
Empezó con el cuento de los signos del zodiaco y cuando estaba por llegar a géminis le pare en seco y le dije: Léeme la palma de la mano. La paré porque estas adivinas cobran por hora de forma tal que mientras mas huevadas hablan mas te cobran.
Me estiró la mano, me arremango la camisa y me desinfectó con alcohol de 99 grados, y otra vez empezó con que la línea de la vida se entrecruza con la línea del amor etc, etc, le dije vamos al grano, me plantó una mirada lacónica y exclamó: Aqui esta, bien clarito dice; así que llegues a Bolivia habrá desputes sociales.
Por las peripecias que me suele acontecer cada vez que voy a Bolivia- especialmente cuando estoy de visita en la ciudad maravilla- uno llegaría a la conclusión de que existe una especie de sincretismo declarado entre mi estadía y la conmoción social que se desata cada vez que toco suelo boliviano o que de por medio hay una connivencia dictada en mi contra, una urdimbre de malas intenciones, un edicto azul cocinado en las esferas más altas del proceso de recambio, todas estas cábalas y supersticiones con el único objetivo de hacerme la vida difícil y truncar mi bien ganado derecho a la joda y la diversión.
Lo que a menudo me ocurre asi de arribar al terruño, son experiencias bien conocidas, actividades sine qua non, labores con cánones pre-establecidos pero con desenlaces impredecibles.
La hermenéutica es siempre igual y el modus operandi no cambia, una vez que se apagan los motores, me desabrocho el cinturón de seguridad, justo cuando el avión se emboquilla en la manga del aeropuerto, salgo un poco acalambrado, limpiandome las lagañas de mis somnolientos ojos y ni bien piso suelo boliviano, los aduaneros y los funcionarios de inmigración despiertan de su letargo y como si fueran un séquito real se acercan rondando como arpías para darme la bienvenida y al mismo tiempo asestar un hachazo en la espalda.
Pese a que soy boliviano de nacimiento, lo primero que hacen es estamparme una whipala en mi pasaporte y cobrarme los reglamentarios 150 verdes por el derecho inconstitucional de ser turista en mi propio país.
Después del papeleo que dura más o menos una media hora, armados hasta los dientes con un detector de metal a mano con tecnología de punta del año de la vinchuca, la misma que funciona con pilas ray-o-vac comienzan con la tarea un tanto deshonrosa de rastrillarme el cuerpo.
La rutina consiste en pasar y repasar ese armatoste por todo el cuerpo, de pies a cabeza, de este a oeste y cada vez que lo hacen, el puto instrumento que es tan sensible y entrenado como mosca muerta detecta hasta los clavos de mis zapatos.
Una vez enterada de la presencia de una moneda americana, aúlla como sirena del 110 y alumbra el contorno con luces impertinentes al estilo de los rayos de Darth Vader, en ese momento se congela todo, las miradas de propios y extraños se centran en el espectáculo, las maletas se amontonan y un silencio total se apodera del ambiente, yo que soy amante del “movimiento” me quedo inmóvil, más quieto que una hojarasca esperando que termine el suplicio del sometimiento al detector de porras, casi siempre acabo siendo el sujeto del circo y a duras penas salgo del show sin tiempo ni siquiera para poder cerrar el cierre de mi bragueta detectada.
Pasado el rastrillaje obligatorio, con ojos codiciosos y con las babas chorreando por la emoción, saltan como resortes acelerados por la adrenalina que les sube y baja como una onda de agua, abren las valijas con una metodología perfecta y una eficiencia impecable jamas vista en la administración pública, escrutan mis bienes hasta el último detalle, hurgan por entre los recovecos más profundos de las maletas, ven a trasluz mis pertenencias y las analizan con la sapiencia de Sherlock Holmes, desordenan mis prendas, las sacuden y las huelen con el empaque y la destreza de los sabuesos, acaso con la finalidad de encontrar vestigios imperialistas que me pongan en conflicto con la ideología empobrecedora del socialismo reinante.
Al parecer, cada vez que llego, el país se pone en “modo pitita” y automáticamente se desatan los malestares sociales por todo el territorio nacional y vaya donde vaya como una sombra ineludible, me persigue esta relación simbiótica de embrollos sociales y políticos.
Estas experiencias espontáneas y callejeras que me toca vivir son eventos que se juntan como las uñas con la mugre y que pasan al azar pero en el fondo como alguien astutamente observó; son tan cursis como las estrofas de esa canción de Fonzy que dice: ” tú eres el imán y yo soy el metal, Me voy acercando y voy armando el plan, solo con pensarlo se acelera el pulso”, daria la impresión de que los disturbios y yo nos atraemos porque somos polos opuestos pero la verdad es somos polos de la misma laya y lo único en común es la antipatía mutua entre la politiquería abyecta del MAS y mi demostrada bonhomía.
Los disturbios y las revueltas son diferentes en materia y en esencia, son sin embargo, siempre iguales como dos anatemas en contra de los gobiernos de turno, comparten los mismos motivos y las maneras de expresión casi nunca han cambiado, desde por lo menos, los principios de la década de los ochenta del siglo pasado cuando yo y una muchedumbre de jóvenes andabamos envueltos en esas lides.
Algunas veces, por citar algunos casos de esos tejemanejes, los manifestantes (independientemente del bando que sean) le prendían fuego a los trastes y a las llantitas y así generaban fogatas populares, en otras ocasiones, los mismos sospechosos de siempre se daban a la tarea de desempedrar los adoquines de las calles a los que amontonaban en pircas parecidas a las pirámides para impedir el paso de los automotores y sobretodo joderles la visita a los visitantes del imperio.
Si tomamos en cuenta los sucesos por suceder, parecería que el Evo en particular y el MAS en general, por intermedio de algún subterfugio de nigromancia se anotician de que estoy a punto de llegar y rapidito sobre la marcha, organizan congresos, dan talleres y seminarios para deshacer los bloqueos de los pititas, lanzan instructivas para no dejar entrar alimentos a las ciudades, sin reticencias y sin importarles el que dirán empiezan a distribuir sus panfletos con recetas represivas para defender el mentado retroceso de re-cambio y así en medio de esa loca discordancia inevitablemente me hallo yo en el meollo del escándalo y queriendo sin querer se arma la candela.
Por ejemplo, recuerdo que una vez, (aún surcaba por los aires la aerolínea American Airlines), tenía programado mi vuelo de retorno del aeropuerto de el Alto, pero como ese dia empezaron los conflictos, AA decidió no llegar a La Paz sino emprender el retorno desde el viru-viru de Santa Cruz.
El vuelo en cuestión estaba programado para el mediodia del dia siguiente. El primer vuelo de La Paz a Santa Cruz partia a las 7 am, lo que me daba suficiente tiempo para coger el vuelo de retorno del mediodía, sin embargo, ya en la víspera habían empezado los bloqueos de carreteras en la ciudad maravilla, por lo que no tuve más remedio que trasladarme al aeropuerto al promediar la medianoche esquivando los miguelitos y las esporádicas hogueras distribuidas estratégicamente a un costado de la autopista.
Cogí un transformer que traía una brújula descalibrada en reemplazo del GSP, pero el conductor me dio un alivio al anunciarme que conocía todos y cada uno de los atajos para llegar a la pista.
Dada la situación no quedaba otra cosa que pernoctar en uno de los incómodos asientos de mimbre de la cafetería “la wistupico” convenientemente ubicada en el centro de el aeropuerto.
Mis hermanas estuvieron alborotadas todo el santo dia ante la situación política y a sabiendas de la falta de calefacción en el aeropuerto más alto del mundo me regalaron unas ruanas de felpa, unas chalinas de alpaca de segunda mano y unos mitones de cuero de chivo para que enfrente a la gélida noche, me obsequiaron todo ese atuendo invernal porque temían que iba a perecer de hipotermia, de yapa, en una chuspa de aguayo me lo pusieron un manojo de hojas de coca de los yungas y media botellita de singani a granel con dos limones para que hiciera gárgaras por si la noche se hiciera insoportable.
Con la ayuda del taxista que me llevó al aeropuerto y una azafata de relevo me hice “walthar” como una momia con los atuendos que me dieron, eso si, me aseguré que me envuelvan con mi brazo izquierdo a unos centímetros de mi boca y en mi mano me amarren una copita de cristal si en caso me entraban las ganas de beberme el chuflay.
Dormí como un lirón y cuando desperté la muchedumbre estaba a punto de rebasar la seguridad y el avion partio como se dice a las volandas.
En otra memorable oportunidad, me encontraba cerca del obelisco de La Paz en las inmediaciones de la avenida camacho, entablando un trueque de divisas con un librecambista, cuando de pronto y sin mayor aviso empezaron a reventar los cachorros de dinamita arrojados por los mineros miembros de la COB, cuando la COB era la COB, la guadian de los intereses y los derechos de los trabajadores.
Como era de esperar, los pacos de turno empezaron a gasificar a diestra y siniestra. En un santiamén, el gas lacrimógeno ascendió como general sin mérito y cubrió como un arrebol el pedacito de cielo que va desde la plaza murillo hasta casi llegar al prado de la ciudad, la avenida eternamente bulliciosa y rebalsando de gente parecía en ese momento una litografía del dia de los muertos, tenía la pinta de un camposanto de efigies y fantasmas flotando en cámara lenta por el celaje del aire enrarecido en un estado de levitación permanente.
En medio de la conmoción, pude ver la única puerta abierta y de un sopetón entré arrastrandolo del cuello al cagaprisas del librecambista porque si lo pillaban no cabe duda que lo ejecutaban en el acto.
Ya dentro el club social 16 de julio, llegó un poco la calma, se amainaron los animos, los porteros cerraron las ventanas y le pusieron cerrojos a las puertas, encendieron unos ventiladores y si mal no recuerdo los mozos hicieron hervir unos sahumerios de eucalipto para disipar las impurezas del aire.
En una mesa redonda se sentó el librecambista frente a mi y vi como sujetaba su maletín de cuero de víbora que llevaba puesto como en bandolera con un descomunal candado en el medio, la tenia sujetada a su muñeca izquierda con una cadena de acero inoxidable.
Pasaron unas 3 horas hasta que se despejo todo y recién pudimos salir del local no sin antes haber libado unas cuantas por la suerte de estar con vida y sin sufrir ningún asalto o robo.
Antes de despedirse, el librecambista me dijo que normalmente el gana unos 5 puntos por transacción pero que esta vez el me cambiaria de acuerdo al cambio oficial sin ganar ni un centavo y no faltaba más, me rebajaria unos pesos como agradecimiento a que le salve el pellejo y sobre todo le salve todo su capital.
En esta mi reciente visita, la cosa no fue tan diferente, porque como ya es normal este viaje también estuvo plagado de conflictos y trifulcas, esta vez a raíz de los alzamientos populares en contra del gobierno para que derogue la ley maldita.
Llegue a la capital administrativa del país como invitado al matrimonio de mi sobrino mayor, ya inclusive en medio del fandango escuchamos rumores de que estaban preparando las acciones en casi todo el país para enfrentar a la represión del gobierno en contra de los pititas.
La permanencia en La Paz fue breve pero sustanciosa, porque me dio la oportunidad de visitar con amigos a los que no veía en por lo menos 3 décadas y en especial con un gran amigo mío, quien hoy por hoy, es un analista político de primerísimo orden, la noche posterior fui invitado a una fenomenal cena en el departamento de mi gran amiga Cuqui.
La convulsión social anunciada en el país no se tradujo en acciones concretas en La Paz debido a la alta presencia policial sujeta a los designios de los mandamases azules en los puntos claves, pero aun asi no quise arriesgar, antes de mi vuelo a la ciudad de los cuatro nombres, me di la tarea de recorrer la ciudad maravilla de pe-a- pa como un alpinista rin rumbo y a la manera de un sístole-diástole sincronizado me subia y me bajaba en los teleféricos de colores que revolotean la hoyada paceña.
Eran alrededor de las 7 de la noche del siguiente dia cuando aterrice en el tarmac de una especie de galpón con tinglado mal llamado Aeropuerto Internacional de Alcantari ubicado en la provincia Yamparaez del departamento de Chuquisaca.
Me recogió Charles y nos fuimos directo al centro de la ciudad blanca con todas las intenciones de servirnos un mondongo o un chorizo chuquisaqueño pero lamentablemente para nuestra mala suerte los locales de dispendio de comida típica habían ya cerrado sus puertas.
Al dia siguiente amanecio un poco nublado, de improviso empezaron a caer las primeras gotas de una suave llovizna, pense que era un mal presagio puesto que al promediar el mediodía estaban invitados los cortapalos a departir de una convivencia en la casa de nuestro anfitrión Charles.
Gracias a Dios el clima de Sucre es amigo de los parranderos, para nuestra satisfacción y beneplácito, como a eso de las 11 de la mañana, los nubarrones se disiparon dando lugar a un sol radiante, un día glorioso donde las madreselvas y los jazmines del jardín empezaron a aromatizar el ambiente como entremés a la tarde de regocijo que se avecinaba.
El repiquetear de las campanas de la cercana Iglesia de la Merced anunció la llegada del mediodia.
Empezaron caer como cuenta gotas los amigos de juventud y en menos de que cante un gallo se armó un colosal guateque, una especie de previa a la primera reunión de los cortapalos de la diáspora después de casi 4 décadas programada para mediados de diciembre del año en curso.
Como era de esperar el jolgorio contó con los invitados especiales; fardos de cervezas potosinas, el chanchito, cocinado al diente en la caja china, para los que vinieron achacados con la gota y la arteriosclerosis, el anfitrión tuvo el fino gesto de proporcionar bicervecina y agua de pepino, minutos después que se entró el sol, como bajamares aparecieron de la nada los tapados de singani de Turuchipa, también estuvieron presentes los primos Johny Walker y Jim Beam, todo este menú de dicha fue acompañada por un montón de música del recuerdo animados por los cantautores Hippie Noya y Lalo del Carpio y la incomparable voz de nuestro amigo cacalaco.
Nos reencontramos por sobre todo para rememorar antiguas anécdotas y ponerse al día de la vida y no perder de vista que nuestra amistad se fraguó en el Potosí de la década de los finales del 70 y principios del 80, entre tertulias medianeras sentados en el banco número dos de la plaza principal frente a la catedral.
A diferencia de las reuniones y juntes que solíamos tener cuando éramos jóvenes donde los temas que se abordaban eran confesiones de seducciones incompletas, estratagemas para resolver las secuelas de los amores no correspondidos, tácticas de yoga y meditación que permitian la reencarnación en chanchos, por el solo hecho de que estos animalitos de dios, tienen múltiples coitos que duran en promedio 30 minutos y los procedimientos necesarios en casos de emergencia cuando nos dedicabamos al deporte total, actividades que no solamente incluía ejercicios de calistenia, partidos de fulbito sino también ingestas de bebidas espirituosas en cantidades industriales.
Al vernos ya todos con los cabellos canosos, por unos momentos “pandio el cunico” y nos pusimos a cantar a capela “Las nieves del tiempo platearon mi sien…..” el famosos tango “volver” de Carlos Gardel, como un testimonio a nuestra existencia; nos dimos cuenta que el tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos, pese a que el deseo por la joda y el libertinaje se mantuvieron intactos a través de los años los tópicos de conversación cambiaron para dar paso a quejas y achaques propios de la edad.
Por el tono subido de las discusiones, la reunión más parecía a una junta de médicos que a una velada típica de los cortapalos, por un rato yo dudé, porque pensé que estaba en una botica y no en un convite con mis amigos, pero al verlos con esas caras de angelitos, ajenos a la realidad y divirtiéndose como si tuvieran la conciencia tranquila me di cuenta que pese a los temas en el tapete, si, eran mis amigos los cortas. He aquí unas cuantas líneas rescatadas de esas peroratas:
Fulano: Cuantos miligramos de fenofibrato tomas para bajar los triglicéridos de tu colesterol?
Sutano: Cómo salieron los resultados de tu próstata?
Perengano: Muchachos, ojo que el paracetamol es para prevenir el covid y no para curarles su reumatismo.
Merengano: No te creemos ni cagando que no hayas perdido tus testosteronas y que sigas eyaculando como antes!
Para disimular un poco y alivianar el contenido de las tertulias, cambiaban de tema y se preguntaban entre ellos:
Con qué tipo de mezcla logras teñirte el cabello para darle ese hermoso color castaño oscuro?
Como es habitual no faltó mencionar la situación política que vive el país, pero como siempre, aún este tema tuvo un contexto familiar.
Si me permiten, voy a nombrar el pecado pero no al pecador; el fulano de tal empezó explicando; la verdad es que a Pfizer le tengo un respeto tremendo porque en relativamente poco tiempo salieron con la vacuna para el civd-19, mil gracias por eso, pero en lo que a mi se refiere, desde que empezó la pandemia no tengo relaciones amantorias porque me niego a tomar las viagras, no porque hayan sido creadas por la misma Pfizer sino porque son azules como los masistas y tan solo pensar en eso se me quitan las ganas.
Fue lindo reunirnos esta vez con Charles (el anfitrion) Benjo, Braca, Fito, Mario (naupa) Cacalaco, Hippie y Lalo del Carpio y un servidor suyo.
Hasta pronto,